Al inicio de mi carrera de arquitecto, mi único y mayor sueño era terminarla y poder enfrentar la vida laboral con éxito. Pero qué poco conocía de mi destino en ese momento.

Transcurrieron los primeros cuatrimestres y me fui forjando la filosofía de siempre dar algo más que lo que exigían mis profesores, lo que me despertó un sueño y una necesidad en mi desarrollo, buscando aportar algo a mis clases y a cada proyecto que realizaba. Ello me llevó a incubar un proyecto en la Incubadora de Empresas UNITEC, para tener una empresa exitosa y no, simplemente, éxito laboral.

Desde el primer momento de mi proyecto, me enfrenté a muchos retos, como doblar horas de trabajo, enfrentar mis entregas finales, ir desarrollando mi plan de negocios a la par de mi carrera, y darme cuenta que mis socios poco a poco se daban por vencidos al tener que sacrificar tanto.

Al quedar solo con el proyecto, tomé la decisión de abandonarlo, lo que fue una de las decisiones más difíciles que enfrentaba. Transcurrieron varias semanas, y realmente me sentía muy incómodo de haber abandonado lo que con tanta ilusión había iniciado tiempo atrás.

En una muy buena clase que tomé en la universidad (Arquitectura Bioclimática), mi profesora, una excelente arquitecta que se apasionaba por la sustentabilidad y el desarrollo de eco tecnologías, despertó en mi nuevamente el interés de realizar algo diferente y decidí regresar a la incubadora con ánimos renovados, entregando mi proyecto un día antes de que pudiera perder la oportunidad de entrar al concurso internacional James McGuire Bussines Plan Competition.

Para mi sorpresa, pasé a la primera etapa del concurso; posteriormente, llegué a la etapa final y, después de una excelente competencia donde me enfrenté a proyectos muy innovadores, recibí una llamada en la cual me informaban que había ganado el concurso a nivel local, y que mi proyecto se iría a representar a México, en Estados Unidos. Para eso, pasaron unas angustiantes semanas en lo que esperaba el resultado del comité de Laureate, para saber si llegaba a la final del concurso en Orlando, Florida, y defendería mi proyecto a nivel mundial.

Nuevamente, me dieron la noticia de que el proyecto había sido uno de los finalistas y, a partir de ese momento, me preparé para representar a mi país con lo mejor de mis capacidades. La verdad, la competencia fue increíblemente reñida, en donde cada detalle contaba para decidir quién ganaría un financiamiento de $50 mil dólares para iniciar su empresa y sus sueños.

Fueron días angustiantes y de mucho trabajo, pero finalmente todo valió la pena, ya que mi proyecto había ganado el concurso Internacional, y ahora tendría los recursos para iniciar el sueño de cambiar la situación de vivienda en México, desarrollando materiales de construcción sustentables que ayudarán a ser un país ecológico.

Al regresar del viaje a Florida, hubo muchas entrevistas, así como publicaciones en revistas, periódicos e Internet. Entre las publicaciones más importantes están las de la revista Obras, en el mes de septiembre de 2012, y la de la revista Quo, en octubre del mismo año. Además, el proyecto se hizo acreedor del nombramiento de “Mentes Quo + Discovery 2013”, un reconocimiento que es otorgado a 30 mexicanos cada año y, por el cual EcoLadrillos recibió un galardón en el Museo de Antropología, así como notas informativas en el Discovery Channel.

Estos reconocimientos hacen que el compromiso con nuestro país sea mayor, a la vez que nos hacen sentir una gran responsabilidad de seguir luchando por nuestros sueños y por lograr metas que, al parecer, son imposibles.

 

Por Aldo Ignacio Castillo Parra, Socio Fundador de EcoLadrillos

 

 

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