Como todas las cosas, ser autoexigente refiere a dos lados opuestos de una moneda, por un lado la autoexigencia trae consigo algo positivo, ya que gracias a ella te pones metas, objetivos y logros que has alcanzado, es como si fuera una pila que te da energía para continuar esmerándote y superándote en tus actividades y relaciones, es un afán de perfección que te ayuda a sobrellevar los errores y conseguir el éxito, pero cuando es exagerada y se trata de tenerlo todo bajo tu control, es peligrosa para ti, así como para los que conviven contigo.
Una exigencia desmedida es más el afán de hallar la perfección en cualquier aspecto de la vida. Entonces una actitud que podría ser sana y hasta virtuosa pasa a constituirse en patológica, conduciendo a la angustia, agotamiento físico y mental, y hasta a un fuerte cuadro de estrés.
En los adolescentes es muy común encontrar chicos con este rasgo, ya que normalmente las figuras de autoridad como los padres, maestros o hasta sus mismos compañeros, que fungen como jueces, son quienes lo orillan a ello, pero es muy importante conocer qué motiva ésta necesidad de perfeccionismo para poder ayudarlos y mitigar las consecuencias que interfieren con su desempeño.
Hay causas muy específicas, que refieren a los mandatos del deber ser y que se constituyen en el debería. El adolescente intenta satisfacer estos mandatos en todo lo que realiza e ignora las señales de cansancio y tampoco reconoce sus propios límites frente a la realidad.
Los factores que influyen se vinculan con el temperamento, la historia personal y el contexto que predispone a ser autoexigentes.
¿Cómo puedes distinguir estos rasgos en tu hijo?
Podrás encontrar algunos indicadores generales de autoexigencia que te ayudarán a detectarlo y en su momento ayudarlo:
Tienen estándares notoriamente altos
Desestiman los elogios que reciben
Se preocupan ante la evaluación ejercida por otro
Son fatalistas
Se muestran rígidos e inaccesibles a explicaciones
Temor a perder el respeto de sus padres o ideales por cometer errores
Miedo a enfrentarse a las burlas de compañeros si se equivocan
Ansiedad por el desempeño
Ansiedad social
Existe sufrimiento en adolescente.
¿Cúal es el coste verdadero?
Salud física: a un autoexigente le es imposible delegar funciones, se la vive planificando y relegando el descanso, lo cual se ve reflejado en su cuerpo y bienestar, causándole enfermedades de todo tipo.
Relaciones interpersonales: No confía en los demás y en sus habilidades, no ve virtudes en otros que lo pueden apoyar, no deja crecer a los que lo rodean, relaciones rígidas y de rutina, aburrimiento, relaciones de abuso, etc.
Estado emocional: Enojo, frustración, impotencia, soledad, vacío, no vive el momento ni lo goza, ya que siempre hay más cosas que hacer, insatisfacción respecto a su rendimiento, ansiedad, estrés y depresión.
¿Qué hacer?
Debes ayudar a tu hijo a lograr un equilibrio.
Ayúdalo a trabajar todos los días en su crecimiento personal, tratando de encontrar el equilibrio de su exigencia y control, poniendo esta energía en lo que cree que lo necesita, y ser flexible en lo que no se requiere.
No se trata de renunciar a sus responsabilidades, al trabajo o a las aspiraciones. Si no de darse cuenta y responsabilizarse de la persona que es hoy, así como de elegir qué quiere seguir controlando, exigiéndose y hasta dónde, qué necesita hacer, qué necesita delegar y qué le estorba para lograrlo. La conciencia y el darse cuenta es el inicio del camino para encontrar el equilibrio en su vida. Nadie mejor que él sabe qué quiere y qué necesita en su vida.
¡Ayúdalo a canalizar su autoexigencia y a controlarla!