La pintura, danza, música y el teatro tienen un efecto en el desarrollo de habilidades de los alumnos, que van más allá de convertirse en un simple entretenimiento, capacidades que los hacen competitivos en el mercado laboral.
Un primer acercamiento al tema empieza por definir el arte. Hay distintas descripciones y varían según la cultura, época o sociedad. Una propone: cualquier actividad humana hecha con esmero y dedicación, realizada con una finalidad estética y comunicativa, mediante la cual se expresan ideas, emociones o una visión del mundo, a través del lenguaje, la música, la danza, la pintura.
Si consideramos que no en todas las sociedades se destinan esfuerzos y recursos de modo importante al cultivo de esas actividades, entenderemos mejor la afirmación de Lourdes Palacios en su texto El valor del arte en el proceso educativo, cuando habla de “la fragilidad de su lugar en el currículo escolar”. Su obra nos explica que la sobrevaloración del conocimiento racional y científico, con raíces en el pensamiento griego, sigue vigente hasta nuestros días. “Gracias a dicha herencia –asegura- vivimos todavía en el reino de la razón, donde los sentimientos, las emociones, los afectos, son considerados componentes humanos de menor valía”. Para ella, la solución pasa por entender la cognición “como un proceso no desvinculado de la afectividad” y, así, abrir espacios de manera natural al arte en los centros educativos.
Arte: cualquier actividad humana hecha con esmero y dedicación, mediante la cual se expresan ideas, emociones o una visión del mundo, a través del lenguaje, la música, la danza, la pintura.
¿Cuáles son los beneficios de integrar el arte al sistema educativo?
Diversos campos de estudio argumentan sobre las bondades del arte en el desarrollo humano. Los invitamos a dar un vistazo rápido a algunas de ellas, con aportaciones del texto de Lourdes Palacios y la entrevista con Juan Carlos Jiménez, docente en preparatoria y licenciatura de la UNITEC:
¿Cómo llevamos estas bondades a las aulas? Una vía directa está en la inclusión de actividades artísticas en el currículo, pero hay otras formas de exportar sus beneficios.
Experiencia estética no solo en el museo
El profesor Juan Carlos Jiménez resalta el vínculo de lo artístico con las emociones y su peso en la asimilación de los contenidos. “La sensibilidad puede ayudar al alumno a identificar sus emociones y, al mismo tiempo, las de los demás. Eso le ayuda a estar más seguro de sí mismo porque aprende a conocerse; sabe quién es”. Comparte un ejemplo: “observar un cuadro de Frida Kahlo nos coloca frente a una artista que, a través de una especialidad como es la pintura, expresa emociones. Cuando eso da lugar a una conexión con quien mira la obra hablamos de arte, lo cual genera un impacto en los sentidos y, también, un impacto interno que hace que uno se pregunte ¿qué hago con esto?”.
El profesor Jiménez argumenta que “Freud habla de cómo dejamos nuestros impulsos primarios como la agresión y hostilidad al tener expresiones artísticas, es un proceso de simbolización con múltiples significados”.
Esto es importante porque la respuesta a la pregunta que plantea el docente de la UNITEC de qué hacer con lo que nos genera la observación de una obra artística revelará múltiples respuestas. “En la experiencia estética, frente al arte, no hay un camino ni una fórmula; se habla de niveles de acercamiento a una realidad, de distintas formas de nombrar la realidad y diferentes niveles de percepción”.
“Capacitar a los profesores para que usen el arte como una herramienta de construcción dentro del aula, para generar apego emocional por el conocimiento”
Nuestro entrevistado asegura que cuando el arte está dentro de las escuelas se favorece que el alumno tenga libre expresión. Incluso, dice, “él o ella se replantean lo que piensan, evitan encasillarse y miran lo que pueden aprender de los demás y de sí mismos”.
La expresión artística, explica, “permite conectar a los alumnos con la observación y la reflexión. Esto es, distinguir y discriminar sus emociones. Pone un ejemplo: “qué tal que en lugar de preguntar ¿se entiende lo que les quiero decir?, los profesores expresamos, ¿cómo sienten lo que les estoy diciendo? Esta forma puede favorecer que la comprensión no sea solamente a nivel cognitivo y construya un vínculo emocional en el aprendizaje”.
Desde luego que esto presenta un reto para el docente. Reconoce que son pocos quienes pueden sacar provecho de las bondades del arte en el proceso educativo y considera que no hay suficiente capacitación para ello. “Quienes lo hacen es porque de verdad están apasionados por esta parte del saber. Es importante ser honesto con uno mismo y preguntarse por la motivación; darse cuenta que uno no tiene todo el conocimiento y aceptar que muchos sentimos miedo a fracasar frente al grupo en nuestra labor como docentes”.
Explica que algunos maestros tienen muy claros los contenidos del temario e, incluso, los dominan. “Se preocupan mucho porque el alumno aprenda a sumar, restar, multiplicar; y el alumno no entiende esos contenidos ni les encuentra sentido porque no ve la relación entre lo que aprende y sus problemas, que considera más importantes”. Es el docente quien puede ayudar a tender esos puentes entre los contenidos del aula y la cotidianidad. Sugiere “capacitar a los profesores para que usen el arte como una herramienta de construcción dentro del aula, para generar apego emocional por el conocimiento”.