El proceso de enseñanza requiere de planeación, creatividad y compromiso, estas labores no se pueden realizar sin la participación de profesores motivados y empoderados, seguros de sí mismos y de la importancia de su labor.
El gesto del profesor valió más que la propia nota de diez que le dio a mi redacción. El gesto del profesor me daba confianza de que era posible confiar en mí […] (Paulo Freire).
La docencia es, sin duda, la labor más apasionante y con mayor impacto en la formación de individuos. Incluso podríamos afirmar que es mágica; genera un vínculo intelectual que cuando se imparte de manera sobresaliente, tiene el poder de transformarnos a las personas.
Al tener tal importancia en el desarrollo de las sociedades, demanda del docente más que solo el dominio de su área de conocimiento y de técnica pedagógica: requiere de desarrollo personal, entendiendo que en el aula no solo se encuentra docente con alumnos, se encuentran humanos con humanos.
El profesor debe asumir el rol de facilitador del aprendizaje, guiando a los estudiantes en su desarrollo intelectual y emocional. Debe ser un motivador que inspira curiosidad y amor por el conocimiento, un mediador que fomenta un ambiente de respeto y colaboración, y un modelo a seguir que demuestra habilidades de pensamiento crítico y resolución de problemas. Además, debe adaptar sus métodos pedagógicos a las necesidades individuales de los estudiantes, promoviendo su autonomía y participación activa en el proceso educativo
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Ya nos hemos referido a la importancia de las emociones del alumno como un factor que facilita u obstaculiza el aprendizaje; sin embargo, las emociones del docente son igual de importantes. Incluso son un catalizador para el ambiente que se construye en el aula.
Las principales competencias emocionales que requiere un docente son:
Estas cinco competencias se pueden dar solo a través de un docente con una autoestima alta y son esenciales para crear un ambiente educativo positivo, apoyando el desarrollo académico y emocional de los estudiantes.
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Un docente con baja autoestima no actúa en las mejores condiciones para la formación de sus alumnos, ni para su propio desarrollo profesional. Concretamente, la baja autoestima docente parece actuar como fuente generadora de dificultades de aprendizaje del propio profesor, relacionada con la práctica de la enseñanza (De la Herrán Gazcón, 2004).
La autoestima del docente es la plataforma para el desarrollo de competencias emocionales necesarias para procurar un adecuado proceso de enseñanza y aprendizaje. La técnica pedagógica no es suficiente, ya que la eficiencia en la ejecución de estas prácticas será determinada por las emociones del docente.
Las emociones del docente son cruciales en el proceso educativo porque influyen en el clima del aula, la calidad de la interacción con los estudiantes, y la gestión del comportamiento. Emociones positivas, como la empatía y el entusiasmo, motivan a los estudiantes y crean un ambiente de aprendizaje propicio. Además, los docentes que regulan bien sus emociones sirven de modelo para los estudiantes, enseñándoles habilidades importantes de regulación emocional y resolución de conflictos.
Todos estos elementos requieren de energía, esfuerzo, creatividad y, por tanto, de alta motivación por parte del docente; motivación fundamentada en una autoestima que propicia la resiliencia y creatividad.
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Por todo lo anterior, es menester de las instituciones educativas contar con espacios y programas que fomenten en el docente el interés y conciencia de buscar su desarrollo y cuidado personal.
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