El autoestudio, mejor conocido como autoaprendizaje, es la forma de aprender por uno mismo. Seguramente lo has puesto en marcha más de una vez, incluso inconscientemente.
La palabra autoestudio no siempre ha tenido este significado. Comenzó a usarse en las universidades de Estados Unidos a finales del siglo pasado como parte de un programa de mejoramiento para garantizar la calidad de la educación superior, en el cual la academia se evaluaba y se valoraba a sí misma.
Metodologías como el aprendizaje basado en problemas han llevado el término autoestudio al terreno de cómo aprendemos las personas relacionándolo con la adquisición de conocimientos, habilidades, valores y actitudes que alguien realiza por su cuenta, ya sea mediante el estudio y/o la experiencia. Por eso decimos que también se le conoce como autoaprendizaje. Moverte solo por la ciudad, pagar en una máquina automatizada, bajar aplicaciones en el celular, usar la lavadora, son ejemplos de tareas y cosas que hemos aprendido por nosotros mismos a través de la metodología “ensayo-error”. El autoaprendizaje se refiere a la habilidad para aprender estudiando y experimentando.
Hay quienes consideran que las personas que asisten a clases presenciales son “educadas” por los maestros y que quienes aprenden a través de la exploración propia lo hacen por aprendizaje autónomo. En realidad, el autoestudio se pone en práctica dentro y fuera del aula y por eso actualmente la enseñanza escolarizada lo utiliza. ¿Por qué? Por la necesidad de integrar el conocimiento cada vez más disperso y diversificado, así como por la importancia de que el alumno sea protagonista de su propio aprendizaje.
¿Cómo saber si tienes un perfil “natural” para el autoaprendizaje? Mira nuestro listado con algunas pautas que te ayudarán a detectar si tienes esa inclinación al aprender:
¿El autoaprendizaje no parece ser lo tuyo? No te preocupes, estos tips pueden ayudarte a desarrollar los hábitos de la disciplina y constancia que son fundamentales para sacar el mayor provecho del autoestudio:
En el autoestudio es muy importante detectar la forma en la que recibes la información y cómo la transformas en conocimiento. A esto se le conoce como estilos de aprendizaje y una de las clasificaciones más conocidas es la que hace referencia a los sentidos: visual, auditivo y kinestésico (táctil). ¿Conoces el tuyo?
Si no lo tienes claro aún, presta atención a lo que te resulta más sencillo y lo que se te dificulta más a la hora de aprender. Por ejemplo, ¿qué es lo que recuerdas de las personas: su nombre, su voz, la forma en vestía? ¿Sueles hacer anotaciones cuando escuchas la clase o prefieres usar imágenes? ¿Se te da bien hacer exámenes orales? Las respuestas a estas preguntas te permitirán notar cuál o cuáles son tus canales más fuertes para recibir la información. Y una vez que tengas claro esto, ¿qué técnicas de estudio son las mejores para ti? Por ejemplo, si tu canal más fuerte es el visual, los expertos sugieren echar mano de los mapas, diagramas, diccionarios y presentaciones en Power Point.
Cuando hablamos del estilo auditivo, en el que lo que más destaca es hablar, escuchar y trabajar en grupo para debatir, entonces pueden ayudarte las grabaciones de audio y repasar tus apuntes en voz alta, por ejemplo.
Si el canal predominante es el de las sensaciones y movimientos es probable que te sientas como pez en el agua con exámenes que involucren prácticas de laboratorio. En este caso los juegos de mesa, las excursiones y los materiales como el barro son lo tuyo.