Si sientes que la ira te invade y te enojas con frecuencia, conoce la razón por la que tu mente se pone a la defensiva.
La existencia se rige por el instinto de supervivencia en el que nuestro organismo, mente y cuerpo al identificar un aparente agente de riesgo, puede reaccionar de dos formas: miedo o agresión. Es decir, la reacción es huir o atacar para salvaguardar nuestra integridad física. Sin embargo, dicho instinto se activa en situaciones en donde nuestra vida no necesariamente corre riesgo, sino cuando nuestra “vida emocional” se ve atentada.
Quiero describir brevemente qué pasa en el cerebro cuando nos enfadamos. Al experimentar enojo hay dos áreas del cerebro que se activan; la primera encargada del control de las emociones (corteza cingulada anterior) y la segunda es responsable de la toma de decisiones racionales (corteza dorsolateral prefrontal). Nuestro cerebro identifica que la percepción de un estímulo externo está produciendo un sentimiento arriba del umbral normal y pierde la capacidad de actuar racionalmente.
Ahora bien, el enojo es una reacción ante estímulos que a nivel personal interpretamos como riesgos. ¿Qué estímulos interpretamos de esa forma? En esto influyen nuestro código de creencias y normas culturales; por ejemplo, en algunas culturas no es aceptado que el hombre manifieste tristeza, por lo tanto lo refleja con enojo; el individuo al identificar un estímulo que le puede provocar tristeza hace que su cerebro lo interprete como enojo, generando una reacción neurofisiliógica y de conducta asociada con enojo.
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El organismo puede interpretar como amenaza todo aquello que atenta contra la seguridad emocional, autoconcepto, autoestima e identidad de la persona.
Lo anterior lo podemos ver claramente en labores académicas o profesionales si un profesor o jefe señala un error en nuestra labor, ya que podemos reaccionar con enojo, debido a que sentimos que está en peligro nuestra valía personal al no haber obtenido la aceptación que esperábamos.
Por tanto, el enojo en situaciones de riesgo real en donde nuestra vida física esté en peligro es determinante para la supervivencia. Pero si nos enfadamos con frecuencia en situaciones que no son de riesgo para la vida, muy probablemente debemos trabajar en nuestro autoconcepto y autoestima, en general en las habilidades emocionales y sociales. O tal vez tenemos más de cuatro meses que experimentamos tristeza o depresión que se está enmascarando en enojo.
Si presentamos alguna de las situaciones anteriores, lo recomendable es acudir con un especialista.
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