Todos tenemos la capacidad de enfrentar problemas cotidianos y resolverlos, algunas veces con más éxito que otras. Sin embargo, es preciso desarrollar esas habilidades dentro del aula, para usarlas conscientemente en el trabajo educativo y en la vida diaria.

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Elba Cortés, docente de las carreras de Psicología y Pedagogía a nivel licenciatura y posgrado en la UNITEC, afirma que el modelo de pensamiento enfocado en la resolución de problemas está presente en la formación de los alumnos. Comenta algunos de sus beneficios: “los chicos saben resolver problemáticas, trabajan en la solución de casos y se enfrentan a situaciones reales que les exigen sus estudios. No obstante, creo que es necesario estimularlo todavía más. A veces los docentes estamos muy preocupados porque los chicos encuentren un resultado y no nos interesamos mucho por los procesos de pensamiento que utilizaron para llegar a él. Con esto quiero decir que podemos optimizar el proceso, trabajando esas partes que se nos van”.

Cuidar ese proceso, opina nuestra entrevistada, genera beneficios mayores: 

  • Incentiva la percepción, atención, memoria y, sobre todo, las funciones ejecutivas para organizar y dar secuencia.
  • Desarrolla la habilidad de buscar distintas soluciones a la problemática que se enfrenta.
  • Perfil para asumir posiciones de liderazgo eficiente en los equipos de trabajo.
  • Favorece la independencia personal. 

Beneficios del modelo: los alumnos desarrollan conscientemente las habilidades de identificar los problemas con claridad, estudiarlos con profundidad, detectar sus causas, calcular sus consecuencias y delinear vías de solución. 

Esos beneficios se traducen en acciones concretas que nos explica la docente de la UNITEC. “Los alumnos desarrollan conscientemente las habilidades de la metacognición. Esto los prepara para identificar los problemas con claridad, estudiarlos con profundidad, detectar sus causas, calcular sus consecuencias y delinear vías de solución. Posteriormente, son capaces de tomar una decisión asertiva, asignar responsabilidades para que se lleven a cabo todas las acciones que implica la solución del problema.” 

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Todo esto conforma en los estudiantes un perfil con capacidad para trabajar en grupo, formar equipos de trabajo e, incluso, liderarlos. Hace evidente que la persona tiene una visión amplia y clara del proceso, así como de la solución, pues distingue las etapas del proceso, el orden en que ocurren las cosas y cómo se relacionan los elementos inherentes a la problemática.

Elba Cortés advierte de un área de oportunidad que es importante cuidar en el proceso de enseñanza-aprendizaje: “Nos encanta trabajar la parte emocional con los jóvenes y dejamos de lado la parte cognitiva. Eso, en mi opinión, les resta posibilidades. Es sabido que las situaciones emocionales y los procesos cognitivos van de la mano: uno está mal y el otro se verá afectado. El problema se genera cuando la emoción nos desborda porque, obviamente, las funciones del pensamiento se enfocan en corregir ese problema. Se requiere empatía, pero no una sobredosis emotiva. Cuando la emoción está controlada y hay empatía, el proceso de aprendizaje mejora considerablemente. Entonces podemos enfocarnos en ayudar a que los chicos sean eficaces solucionadores de problemas”.

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