Adriana Macías ha sabido abrazar la vida con una valiente y multifacética sabiduría. Por eso y muchas cosas más, este #OrgulloUNITEC es la “Egresada del Mes”.
En la reciente edición del Mercedes-Benz Fashion Week Mexico City, celebrada la primera semana de abril, una pasarela se llevó la ovación de los presentes a la última jornada del evento que tuvo como escenario el Bosque de Chapultepec. Fue la colección de la firma Xico, en la que Adriana Macías hizo su debut como diseñadora.
Fuera del mundo de la moda, el hecho no hubiera cobrado tanta notoriedad, de no ser porque esta 25ª. edición incluyó en su pasarela, por primera vez, a seis modelos con diferentes discapacidades, luciendo una colección diseñada por una mujer que nació sin brazos y que, a pesar de su carencia, ha alcanzado el éxito profesional como conferenciante, escritora y valiente abogada que ha luchado por los derechos de las personas con discapacidad.
“Estoy súper emocionada porque la respuesta de la gente y la emoción que se sintió en la pasarela fue fascinante”, expresa elocuente esta egresada de la UNITEC, quien cursó la Licenciatura en Derecho, en el Campus Marina.
Nacida a fines de la década de los 70’s, en una época en la que todavía no se había desarrollado una cultura de la discapacidad, tanto el amor de sus padres como el acompañamiento de su hermana mayor suplieron esas carencias durante su infancia. En lo educativo, sin embargo, tuvo que enfrentar la formación de una “escuela regular” que, al ignorar cómo tratar a una pequeña con discapacidad, la educó como a los demás niños.
Quizá fue ese trato “normal”, y un rechazo hacia las prótesis que le colocaron, lo que la orilló a desarrollar una tremenda habilidad con los pies, al punto de llegar a escribir con los mismos. No obstante, como reconoce, vivía en un mundo ambivalente: “Yo no había aceptado completamente mi discapacidad y usaba las prótesis en un lugar público porque me daba muchísima pena, pero en la casa usaba los pies”.
El incondicional apoyo de la UNITEC
Acompañada hasta la prepa por Eloísa, su única hermana, para Adriana fue una coyuntura por demás complicada seguir sola su camino universitario. Pero lo hizo, impulsada principalmente por su mamá. Ella le dijo: “Cualquier cosa que te propongas la vas a hacer; tu discapacidad nunca va a ser una limitante”.
Valiente, Adriana siguió al pie de la letra el consejo de mamá y, desde su casa, por la zona del Aeropuerto de la Ciudad de México, se enfiló sola con sus nuevas prótesis rumbo al Campus Marina, de la UNITEC, donde se había inscrito para cursar la carrera de Derecho. “Llegué tarde, aterrada y me tocó sentarme hasta adelante, por lo que todo el mundo me veía”, aún recuerda.
A mediados de la carrera, Adriana sufrió una contractura muscular que le impidió llevar sus prótesis. Sin embargo, como no quería perder el cuatrimestre, se despojó de toda pena para empezar a usar en público sus pies para escribir. “Llegar a la universidad sin mis brazos –reconoce- fue un momento muy complicado, un gran cambio en mi vida, pero la universidad fue para mí un gran apoyo, porque toda la gente que trabaja en la UNITEC siempre está pendiente de los alumnos, para que no dimitan, para que no dejen sus proyectos profesionales.”
Y a tal grado llegó el apoyo por parte del Campus Marina de la UNITEC, que su rector, el profesor Esquinca, ordenó que en cada salón donde Adriana tomara clases se instalara una silla más ancha para que pudiera subir el pie y escribir. También, la apoyó para que realizara su Servicio Social en el Tribunal Fiscal.
En la UNITEC, la entonces estudiante de Derecho asegura haber vivido un franco ambiente de camarería por parte de sus compañeros, que todavía le deja un grato sabor de boca: “Yo francamente –asegura-, me la pasé fenomenal en la universidad. Tuve la oportunidad de hacer muy buenos amigos que aún conservo. No cabe duda que cuando estás rodeado de un ambiente saludable y sano, eso te motiva a no quitar el dedo del renglón, a ser persistente, a insistir y nunca desistir de esos sueños y proyectos que tienes.”
“Brazos, para que los quiero si tengo alas para volar”
Inspirada por el maestro Gopar, quien en la UNITEC dictaba la asignatura de Derecho Fiscal, Adriana soñaba con convertirse en una abogada fiscalista. Así, al graduarse de la universidad buscó y buscó trabajo en uno y otro despacho. Esas puertas se le cerraron, sin embargo se le abrieron otras: las de dictar conferencias.
Esa chica recién egresada, y de escasos 21 años, conoció en una reunión al subdirector de una gran institución bancaria, quien la invitó a dar una charla. A dos décadas de aquel hito, hoy Adriana se ha convertido en una prestigiada conferenciante a nivel nacional e internacional que lo mismo aborda temas sobre autoestima, actitud positiva, trabajo en equipo, familia, adolescentes y calidad.
“A mí me ha llenado tanto la vida dictar conferencias, porque por medio de ellas ayudo no solo a personas con discapacidad, sino también a cualquier persona que quiera descubrir sus capacidades”, comenta de la que es su faceta más conocida.
A la par, esta valiosa egresada de la UNITEC ha enarbolado, en todos estos años, el estandarte de la discapacidad. Sobre ese tema versó su tesis de licenciatura, haciendo una propuesta de ley para salvaguardar los derechos de las personas con esta condición, además de crear la fundación Incluye, un instituto cultural, lúdico y educativo que, entre cosas, promueve la preparación y liberación de los prejuicios para engrandecer a México.
Esa enorme labor no ha sido en vano y le han valido que Adriana haya obtenido numerosos reconocimientos como el “Premio Fundación Pedro Sarquís Merrewe”, en 2004; el Premio “La Abogada del Año 2004”, por el Colegio de Abogados de Jalisco; el “Galardón Promomedios, Mujer en el Desarrollo Social, en 2005; el “Galardón Génesis”, en 2008; la “Condecoración Manuela Beltrán, en 2010; aparte de haber recibido las Llaves de la Ciudad de Ibagué, Colombia, en 2010, además de haber obtenido el “Premio Nacional de la Mujer”, por la Cámara Nacional de la Mujer, A.C., en 2010, así como el “Premio Mujer Extraordinaria 2013”.
Una mujer multifacética
Después de terminar la Licenciatura de Derecho, en la UNITEC Marina, Adriana hizo la Especialidad en Administración en Recursos Humanos, en la UNITEC Cuitláhuac. Pero ahí no paró. Después se siguió preparando con cursos de Tanatología, Superación Personal y Programación Neurolingüística. Y recién acaba de titularse de una Maestría en Ecología Emocional, por parte de una institución educativa de Barcelona, España.
Otra faceta de Adriana es la de escritora, en la que le han publicado tres libros. “Abrazar el éxito” es el título del primero, donde narra su experiencia de cómo fue descubrir y aceptar su discapacidad, y cómo logró superar la discriminación. Su segundo libro es “La fuerza de un guerrero”, donde narra la historia de un héroe fantástico que en su camino conoce personajes singulares. Y el tercero se llama “Prometo amarme y respetarme todos los día de mi vida”, una lección invaluable para hacer del amor el motor de nuestra vida. Por si fuera poco, ha incursionado en el género teatral, con una obra titulada “Amor hecho a mano”, que ella misma ha protagonizado.
En su más reciente faceta, como la de diseñadora de modas, cuenta que surgió en una conferencia que dictó en las Naciones Unidas, en Nueva York, donde tuvo la oportunidad de conocer a Cristina Pineda (creadora de la afamada firma Pineda Covalín), quien la invitó a formar una alianza para diseñar una colección de ropa elaborada con ciertas adaptaciones y que especialmente estuviera dirigida a personas con discapacidad. “Este es un proyecto muy chiquito que apenas estamos emprendiendo, porque es difícil abrirte a un mundo real y donde el prototipo de la moda siempre ha estado enfocado a cierta talla, a cierta altura y a cierto peso”, admite una fashionista que invariablemente luce un vestuario de perfecto acabado, así como un maquillaje y un peinado impecable, y a los que los invierte dos hora y media en su manufactura.
Entre toda esta ocupadísima jornada, que además incluye ejercicio y una dieta especial para tener la flexibilidad para maniobrar diestramente con los pies, Adriana se da el tiempo para atender a su hija de tres años. “¡Es mi pasión, mi inspiración, me llena de energía; se ha convertido en mi maestra de muchas cosas!”, expresa entusiasmada, a la vez que se le ilumina la mirada.
Al hacer una retrospección hacia la vida estudiantil, Adriana Macías confiesa que no se visualizaba con el éxito que hoy tiene. Más bien, dice, “todas las cosas que he hecho siempre han sido un regalo, pero siempre bajo dos principios: ser feliz y cumplir una misión de servir. Eso nunca ha faltado en todos los proyectos que he emprendido y creo que los valores de la UNITEC siempre han sido encaminados en ese sentido, y eso te va a llevar al éxito”.
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